domingo, enero 09, 2011

ORIGEN DEL DISPARO A GABRIELLE GIFFORDS

Origen del disparo a Gabrielle Giffords

Representante Federal estadounidense

Por Lorenzo Gonzalo, 9 de Enero del 2011



Quienes duden de la violencia incubada por las fuerzas de derecha estadounidenses, le pueden preguntar a la Representante Federal del Partido Demócrata de Estados Unidos, Gabrielle Giffords.

La Representante Federal Giffords fue electa por el Estado de Arizona, donde se concentran una enorme cantidad de emigrados y donde también ha surgido un sentimiento anti inmigrante de enormes proporciones, dentro del círculo de los cancerberos del Poder que allí viven. El 8 de Enero del 20111, hace a penas unas pocas horas, Giffords recibió un disparo en la cabeza mientras conversaba con los ciudadanos de su distrito para escuchar sus necesidades. La región de su incumbencia está comprendida entre Tucson y México.

Los racistas, esas personas que desconocen el componente social del ser humano, aquella necesidad que todos tenemos de reconocer al otro, de compartir y defender las bases que posibiliten y defiendan su bienestar para subsistir y finalmente realizarse, son de una agresividad sin límites.

Por lo general ese tipo de personas están desprovista de ideologías. Su dirección va encaminada al dominio de lo circundante para engrandecerse a sí mismas. Creen en el dinero, el oro y los cañones.

En la historia del ser humano que relata circunstancias donde ocurrieron protestas sociales, nos encontramos que siempre fueron precedidas por un exceso de fuerza, por la ausencia de razonamientos y por la negación del sector dominantes a conversar, convencer y dejarse convencer.

Siempre, antes que una actitud violenta apareciera en la historia, la respuesta del Poder fue desmedida en el uso de la fuerza para aplacar las peticiones del grupo en cuestión. En el pasado y en el presente ese tipo de gente, hayan estado en el poder o en la oposición, son la derecha de la civilización.
Son los mismos elementos que dispararon contra la Representante Gabrielle Giffords, Eliécer Gaitán, Salvador Allende, John F. Kennedy y su hermano Robert, Abraham Lincoln, Martin Luther King y una larga estela de víctimas, cuya mención requeriría de muchas publicaciones.

No importa cómo se llama el perpetrador de semejante masacre ocurrida en el Distrito electoral de la Congresista.

La Representante defiende las reformas que atacan precisamente a quienes no aceptan el bienestar de los demás. Su nombre es escuchado cuando surgen debates para buscar una solución justa a los inmigrantes indocumentados. Ha defendido la Ley sobre el seguro de salud y se opone a tasas impositivas injustas que afecten más a los pobres que a los pudientes. Defiende el derecho al aborto y confía y apoya los proyectos alternativos de energía. En el tema migratorio, sin dejar de ser estadounidense, defendiendo siempre los derechos de su país y comprendiendo la sensibilidad del tema a los efectos de la seguridad nacional, se inclina por soluciones adecuadas a quienes están indocumentados dentro de las fronteras estadounidenses.

Posiciones como estas son detestadas por las personas que hemos mencionado.

La Congresista defiende el derecho a poseer armas. Quizás este punto tan controversial y cuyos antecedentes datan de la época anterior al ejército en Estados Unidos, cuando la función de seguridad pública era impuesta por los ciudadanos integrados en milicia, en el caso de la Representante ha quedado avalado por el propio atentado del que fue víctima.

La sociedad estadounidense no es violenta porque posea armas. Aboga por la posesión de armas porque es violenta y el ciudadano se siente desamparado si no cuenta con sus propios recursos. Gabrielle Giffords es un ejemplo de la violencia. Quizás ahora más que nunca, defienda su criterio, pues en el atentado han muerto hasta la fecha, seis personas. De poseer armas todos los presentes, como en el Oeste del Siglo XIX, quizás hubiesen respondido y se habrían salvado. Al menos algunos de quienes yacen muertos. Esto puede sonar a los oídos de muchos como una barbaridad, pero si nos atenemos a los hechos, comprobaremos que Estados Unidos sigue viviendo con el espíritu de aquel Oeste. Es cierto que el punto es muy controversial y sin embargo, la violencia es una realidad incitada diariamente por las fuerzas de derecha, aquellas que defiende el sálvese quien pueda. Si a un ser humano le toca una mala circunstancia, que el diablo lo acoja en su seno, esa es la divisa del espíritu que disparó a la cabeza de Gabrielle Giffords.

Si el funcionario víctima del atentado hubiese provenido de la derecha, los titulares de los periódicos y los presentadores de radio y televisión, estuviesen acusando del mismo a los “izquierdistas”, a los “liberales” y a los “asaltadores del poder”. Hubiesen apelado a cuánto epíteto se les ocurriese, llamando la atención hacia un sector que nunca ha sido violento y que generalmente ha recurrido a la fuerza para defenderse. No hablo en sentido particular sino en sentido general, porque fanáticos existen de las dos partes, excepto que en la izquierda son la excepción. La confusión en este sentido proviene por la existencia de grupos delincuenciales surgidos cuando las víctimas sociales, al agotarse los recursos pacíficos, han optado por la beligerancia. Es el caso de Colombia, donde la delincuencia se aprovechó de una guerrilla que, si bien ha perdido la brújula en estos tiempos, la misma respondió a una violencia de Estado de magnitudes mayúsculas.

La agresividad de la prensa de derecha estadounidense, insultando en vez de criticar, demonizando a las personas que desean un poco de bien para todos y caricaturizando al gobierno de Obama como enemigo implacable, incita a atentados como estos.

A la prensa de izquierda nunca se le escuchan decir las barbaridades de un Rush Limbaugh, ni los despiadados ataques escuchados nacionalmente a través de canales televisivos como Fox News. Los comentarios de los llamados liberales son sarcásticos, humorísticos, críticos en profundidad, pero nunca conminan a la violencia, ni explícita ni implícitamente.

La derecha hubiese respondido con virulencia si uno de ellos hubiese sido Gabrielle Giffords. La pasión de la izquierda es racional, pero históricamente la reacción de la derecha ha sido pasional y dominante.

La bala que cruzó de un lado a otro la cabeza de la Representante Federal estadounidense Gabrielle Giffords, no fue el disparo de un arma de fuego. El dardo mortal salió y fue impulsado, de esa la incapacidad para el debate y sobre todo, de esa falta de transparencia, que predomina en el sector más rancio de Poder de Estados Unidos.




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