martes, enero 11, 2011

ARIZONA, EL CORPORATIVO DE USA NO ACEPTA CAMBIOS

Arizona, el corporativo de USA no acepta cambios

Por Lorenzo Gonzalo, 10 de Enero del 2011



En el fondo de todas las controversias enfrentadas por la sociedad estadounidense, se encuentra el tema del no gobierno. Esto quiere decir, la reducción de la superestructura que denominamos Estado y que es administrada por funcionarios públicos.

Desde el siglo XIX la idea de que podría desaparecer o eliminarse el Estado, fue atendida por diversos pensadores e investigadores de la época.

El llamado socialismos científico, correspondiente a Kart Marx, los precursores de las ideas socialistas y comunistas y el movimiento anarquista, plantearon su eliminación o desaparición. Marx concibió ese suceso como un resultado del desarrollo de la conciencia humana a partir de las inmensas posibilidades surgidas con la aplicación de la ciencia y la tecnología a la producción. El inmenso desarrollo desatado con la organización de grandes centros productivos, abría posibilidades para un mundo capaz de satisfacer sus necesidades materiales, permitiendo al ser humano dedicar su tiempo a su desarrollo intelectual, investigativo, cultural y espiritual.

Las razones del origen del Estado, fundamentado esencialmente en la división de la sociedad en clases, como consecuencia de producciones limitadas, donde las mismas fueron paulatinamente apropiadas en mayor proporción por individuos o familias, obligó a la creación de un cuerpo coercitivo, que garantizara a esas personas el dominio sobre lo producido. El desarrollo iniciado con la nueva forma de producir en el Siglo XIX, donde fueron posibles, entre otras cosas, mayores acumulaciones, indicaba la probabilidad de que dicho instrumento represivo podría desaparecer un día, porque habría futuro para todos.

Una vez que los requerimientos materiales estuviesen resueltos y se tratase solamente de regular los mecanismos productivos con miras a disminuir paulatinamente las asimetrías causadas por distribuciones inadecuadas, produciría un efecto semejante en referencia al ejercicio de dominación y con ello desaparecería el Estado.

Esto, en sentido general y con muchas complejidades teóricas, sólidamente fundamentadas, análisis y variantes que permiten estudiar particularmente cada fenómeno societal, llegamos a conclusiones de esa naturaleza o parecidas.

Esta situación se ha hecho más compleja en la medida que el afán de ganancia, impulsado por la inseguridad inculcada como código genético en las conciencias, ha conducido al acaparamiento y ha desarrollado la avaricia, exacerbado los aspectos vanidosos y acentuado las prácticas narcisistas.

El comienzo individual de la producción, continuada con la aplicación de tecnologías, conocimientos, herencias y capacidades personales, de manera siempre personal, al margen de los caracteres sociales alcanzados por la misma, complica el asunto y ha introducido distorsiones en el objetivo de la actividad productiva, aun después de ocurrido el proceso de las grandes concentraciones.

Con la aparición de nuevos instrumentos favorecidos por la ciencia, la forma de producir se transformó.

Sucesivamente surgieron personas que se especializaron en aplicar los nuevos descubrimientos en función de aumentar las producciones. El desarrollo de ese proceso, su dirección y administración, era lógico que se iniciara de manera individual, por personas innovadoras y cuyas capacidades se especializaron con posterioridad en esas funciones. El aumento geométrico de la producción favorecido por estos procedimientos, abrieron las posibilidades de un mundo capaz de satisfacer sus necesidades materiales. El horizonte trazado por esta novedad preconizaba que el ser humano, de manera colectiva, podría poner a un lado sus preocupaciones por sobrevivir, permitiéndole eventualmente, dedicar la mayor parte del tiempo a su desarrollo intelectual, investigativo, cultural y espiritual.

Pero la desaparición del Estado en Estados Unidos, exigida por ciertos sectores, no brota de esa tendencia, ni de análisis semejante.

Con el devenir del tiempo, el crecimiento corporativo y el poder alcanzado por sus representantes, directores, ejecutivos y algunos de sus inversionistas, ha rescatado el pensamiento sobre la reducción del Estado, no como la tendencia que puede favorecer una real socialización de la sociedad, sino como instrumento para individualizar en sentido absoluto y con un carácter más personal aún la actividad productiva.

Este pensamiento propone que el Estado debe contraerse o reducirse, y de esa manera las corporaciones hacerse cargo con mayor rigor cada día, de funciones básicas que afectan a los conglomerados. Carreteras, barriadas gigantescas e infraestructuras de servicio dentro de ellas, son dirigidas, administradas y reguladas a base de estatutos y leyes privadas. Estas corporaciones son los principales factores que abogan por la disminución de impuestos, porque precisamente ellas cobran honorarios y pagos de mantenimientos, para el sostenimiento de sus cotos privados. Quieren cobrar pero no desean pagar. Estas corporaciones, colectivamente se ponen de acuerdo y elaboran planes de otra naturaleza que afectan a toda la sociedad. Es precisamente la tendencia favorecida por el crecimiento y concentración de la producción, lo que llamo un sistema tecnócrata en contraposición a una sociedad socialista, donde las personas tienen potestades de votar con efectividad, protestar, reunirse, tener amparos sociales y participar de las grandes decisiones.

En Estados Unidos estas funciones van quedando limitadas y reducidas. Los grandes conglomerados, dueños a su vez de los medios de comunicación, propagan informaciones y análisis encontrados del fenómeno que viene sucediendo. De hecho no lo analizan. Pocos se dan a la tarea de instruir con palabras simples o al menos lo más simples que permite el tema, a las demás personas, para que puedan asumir una actitud racional ante el tsunami sociopolítico cuyo rugido produce escalofríos como los últimos causados por la crisis que traviesa el mundo.

Estos elementos han sido utilizados para inculcarle al ciudadano estadounidense un carácter mesiánico. Han adulterado la historia de los primeros que llegaron a estas tierras, como gente enviada por el Señor Dios. Les han entrenado la falacia del Destino Manifiesto y tantas otras cosas que, cuando surgen discusiones o nuevas propuestas de ideas que contradicen o parecen contradecir lo existente, es visto con virulencia por las personas fanáticas.

En el centro de lo ocurrido en Arizona y en el incremento de un 300% de las amenazas a los políticos de uno y otro Partido, de acuerdo a publicaciones del Home Security Land (aberrante nombre que se traduce como “Seguridad de la Patria), se encuentra la lucha por la democracia al uso en el Siglo XX por un lado y las pretensiones en aumento de esos sectores, por otro.

La Representante Gabrielle Giffords es el más destacado de los últimos atentados contra la dirección política del país, pero amenazas y agresiones verbales y situaciones de violencia, en reuniones con funcionarios estadounidenses, han sido una constante de los últimos tiempos. La inmunidad fabricada en las mentalidades del ciudadano de Estados Unidos y el supuesto derecho que tienen de hacer lo que les venga en ganas, excepto aquello que no es del gusto de las corporaciones, (y esto no lo entienden), provoca violencia, porque existe un choque entre lo que creen y escuchan todos los días y lo que realmente pueden hacer. Eso provoca irritación en las personas y es mayor en cuanto no lo ven y no saben hasta dónde son engañados.

Estados Unidos no vive un clima de odio político. El ciudadano estadounidense vive en el espíritu de violencia que le inculcaron al nacer, cuando aún no era un país.

Las medidas propuestas por Obama, discutidas y votadas por el Congreso, no han levantado odio. El ruido surge de las mismas voces de siempre: una derecha incontrolada que no acepta la discusión, no quiere arreglos y se juega todas las fichas a una sola jugada aunque eso implique jalar el mantel, sacar pistolas y formar la refriega.


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