domingo, diciembre 12, 2010

LEY ORGÀNICA SOBRE EL DERECHO DE LAS MUJERES

Desde Venezuela


LEY ORGÀNICA SOBRE EL DERECHO DE LAS MUJERES


A Luis Alfredo aterra “Ley sobre derechos de mujeres”.



Eligio Damas



A Luis Alfredo, desde que le jubilaron, no le es fácil salir de su casa. En ella tiene demasiadas obligaciones que atender. Ahora trabaja más que cuando estaba activo en aquella oficina empresarial, donde de paso, disfrutaba la ventaja de ser alto jefe y pana burda de su inmediato supervisor. Estas circunstancias le permitían justificar llegar tarde a casa bajo la excusa de estar cumpliendo labores especialmente asignadas dada su alta responsabilidad y grado de confianza de la jefatura. Hasta podía escaparse un domingo a pasarlo con los amigos, mediante el pretexto de tener que cumplir obligaciones no extras pero si de emergencia, “sólo confiadas a funcionarios de alta estima como él”.
Pese al asedio de su esposa, quien buscaba información por todos los medios y valiéndose de diferentes artimañas, sus amigos jefes y hasta subalternos, dada su exquisita simpatía y bonhomía, siempre le cubrieron. Esta humana confabulación, le hizo posible disfrutar algunos momentos de libertad y hasta distracción.
Pero llegó el momento cuando le llamaron del Departamento de Personal, y de manera impersonal y hasta inhumana, pues no se tomaron el trabajo de preguntarle si quería irse y pasar más del tiempo debido en su “hogar”, sin compañía alguna y perder la de los amigos con quienes se divertía sanamente hasta ese momento, le dieron un oficio, el cual debía “explicar todo”, mediante el cual sólo supo que estaba jubilado y como tal remitido a las cuatro paredes de su casa.
Su esposa, una dama que parece haberse tomado para sí aquellas consignas del movimiento feminista que más le convienen, después de pasada la luna de miel, que en el caso de Luis Alfredo, fue como mucho más que eso, pareciera querer vengar con él, pacífico, generoso, paciente y hasta demasiado tolerante, toda la violencia de que ha sido víctima la mujer y contra la cual se ha aprobado recientemente una Ley en Venezuela.
El pobre hombre, uno lo sabe por confidencias de unos palos demás, en reuniones de amigos y vecinos, donde acude con su consorte y los instantes brevísimos que ella descuida la marca, perdió todos los derechos que como esposo tiene. Según sus lamentos no le considera digno de aquellos momentos de grandeza que ella se merece. Pero uno sabe, no si para bien o para mal, la señora tampoco es dada a devaneos porque, como ella misma se define, con la rigidez y contundencia que le habla a su esposo, es mujer muy seria, rigurosa y digna de respeto. Prefiere inmolarse, pero no está dispuesta a escorarse de ningún lado, ni hacer de su angelical esposo un diabólico cornudo.
Eso sí, no es nada “radical”, espontánea y como libro abierto. Sabe insinuársele a su noble esposo y crearle esperanzas para cada noche, siempre que su conducta transcurra, cada segundo despierto, de manera que se sienta atendida, servida, soportada estoicamente aunque no llegue a la satisfacción plena, porque en verdad, es el precio que ella, dominante y vengadora, debe pagar.
Luis Alfredo, leyó esta mañana, después de servirle el desayuno a la señora, quien habiéndolo hecho salió a visitar unas amigas, desayunar él mismo, lavar los corotos y la cocina, para luego empezar otras labores, el artículo 15 de la “Ley Sobre el Derecho de las Mujeres”, donde se habla de las “formas de violencia de género”. Leyó con paciencia abundante, tanto como repasar una y otra vez, las seis primeras formas de violencia allí especificadas. Su confusión era alarmante. Todo aquello de lo que él era víctima y por lo que sus amigos se burlaban, habían inventado, en base a hechos reales o imaginados, cientos de chistes, aparecía allí como actos de violencia contra la mujer.
Aquello ya está dicho. Su mujer, en verdad, no le acosaba sexualmente, sino todo lo contrario; ni siquiera se dejaba ver desnuda. Para que le satisficiera todos sus caprichos, demasiado grandes para los ingresos familiares, solía coquetearle y generarle expectativas que en la noche se cancelaban con una agresiva vuelta de espalda.
Violencia física, aquello de golpearle nunca se ha dado. Y no se hace posible porque Luis Alfredo, es demasiado tolerante, pacifista y no propenso a dar motivos. Lo único “malo” que ha tenido es aquello de escaparse y quedar por fuera más tiempo del debido con la complicidad de los amigos. Pegarle sería un exceso y acto de sadismo. Pero eso sí, constantemente su “compañera” le enseña el tramojo y le deja ver “de lo que es capaz”. Pero también le hace trabajar en exceso y piensa que todo le corresponde a él, por no poder pagar ahora las dos mujeres que antes tuvo para las tareas de adentro.
Violencia verbal, en su caso y casa, es lo habitual. Es malojo abundante y única forma que su mujer procesa los asuntos concernientes a ambos y a los demás también. Sólo basta que el infeliz pregunte la hora para que la respuesta, con la hora o sin ella, sea una cadena de palabras soeces lanzadas como si la boca fuese una ametralladora con altavoz incorporado.
Hay muchas cosas más, porque es infinito el infierno y la pena de Luis Alfredo, quien ahora, la Ley le aumenta su miedo a la mujer; porque si osase, como alguna vez le ha provocado, responderle de igual a igual, a él podrían aplicarle todo el peso de la Ley.

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