viernes, octubre 16, 2009

¿DIRIGENTE O JEFE DE PANDILLA Y REPARTIDOR DE BOTÍN?

Desde Venezuela


¿DIRIGENTE O JEFE DE PANDILLA Y REPARTIDOR DE BOTÍN?


Muchos nombres son buenos. Escoja el suyo.



ELIGIO DAMAS


Desde pequeño se le veían las agallas, sin indiscreción alguna. En el pueblo, barrio o urbanización, alababan su audacia, desplantes y hasta desfachatez para encarar determinadas situaciones y, decían con frecuencia, "ese carajito lejos llegará".
Pero tenía otra cualidad que muy pocos percibían; era un ladino, hábil en aquello de tirar la piedra, esconder la mano y prodigar la discordia. Cuando llegó a la escuela mostró poca aptitud para el aprendizaje formal y académico. Por eso sus notas, pese a lo mañoso, le ubicaban siempre entre los menos aprovechados. Nunca se le vio en un cuadro de honor ni se hizo acreedor a ningún reconocimiento. Pero eso sí, era un lince para copiarse lo primario y aprovechar en beneficio suyo el esfuerzo de sus compañeros. Y, seamos justos, tenía eso que llaman “exquisito don de gentes”; le caía bien a todo el mundo porque pareciera haber nacido enmantillado.
Nadie le vio jamás entrar a una librería a adquirir un útil escolar, tampoco se ocupaba que sus familiares se los consiguiesen, pero los poseía todos. Todo intento de maestros y hasta directores de sus escuelas por descubrir quien hacía desaparecer los objetos de los muchachos, terminó en fracaso. Nunca dejó indicios de culpabilidad. Jamás hubo una huella delatora. De cada cosa utilizable en la escuela, normalmente tenía más de una. Eso sí, algo del sobrante, después de vender algo a buen precio, lo repartía entre sus allegados, lo que le hacía solicitado y todavía "mejor gente".
La escuela terminó por fastidiarle. Las cosas que deseaba aprender, los hábitos que iba adquiriendo y las expectativas que se forjaba, en nada se avenían con aquella. Por eso desvió su camino hacia la universidad de la vida; pero ya estaba establecido, aunque obtuviese un título académico superior, su oscuridad hubiese sido la misma. La trampa, el engaño no son buenos procedimientos para crecer.
Pensando qué camino tomar, llegó a la casa del partido. Allí pronto se sintió a gusto. Se halló como en un mercado de baratijas. Justo el espacio que le hacía falta. Todo tenía peso y precio justos. Las cosas desaparecían y aparecían luego en otras manos y, lejos de haber reconvención, se premiaba a los más hábiles y relancinos en esas artes. La lealtad era precaria y se compraba como cualquier vulgar mercadería. No mucho tiempo después gozaba de un sólido liderazgo, una corte de amigos íntimos y cargaba detrás una larga fila de mujeres lisonjeras. Y no era para menos, su desenfadada manera de exhibir sus lujos y prodigarse en agradecimientos, denunciaban la enorme fortuna que en poco tiempo había atesorado.
Cuando el viento barinès que venía peinando los pastizales llaneros, comenzó a arrasar la costa montaña, levantó en vilo la iracundia en la montaña andina e hizo se agitasen millares de ramilletes de puños orientales, se alineó entre quienes promovieron la rebelión de los gobernadores; buscaron fuera del partido la fuerza material y moral que habían desperdiciado en ferias y fiestas de burdeles. Y sin ningún rubor, abjuraron del viejo patriarca a quienes hasta ayer habían venerado. No dudó en ayudar a construir la enorme muralla, construida hasta con retazos para detener aquello que se volvió un tifón, una descomunal fuerza telúrica.
Ahora está en la vanguardia opositora; como siempre, a fuerza de empellones, zancadillas y uso del dinero mal habido. Dividió el partido en siete toletes y se quedó con uno, como propiedad personal, con el cual exige puesto primordial en el comando opositor y es de los primeros entre quienes claman por “salir de Chávez de la forma que sea”. Habla de una renovación del partido, tolete o coto suyo, sólo suyo, para hacerle moderno, como una forma de engatusar incautos; diseñó, organizó y financia una fracción juvenil de hábitos costosos, pero que hace mucha bulla aunque poco o nada dice; y cree que con tipos como él, volverán a la vida y a la época aquella de cuando en la oscurana, las reuniones de partido servían para repartirse el botín.

No hay comentarios.: