domingo, agosto 09, 2009

MEDITANDO A PARTIR DE LOS NUMEROS

PROGRESO SEMANAL
PUBLICADO POR Hector García Soto
Alvaro F. fernandez
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Meditando a partir de los números
Miercoles, 05 August 2009 13:06 Manuel Alberto Ramy Share |
Desde La Habana

Por Manuel Alberto Ramy

Escribía mi columna cuando recibí el trabajo del amigo Luis Sexto (“Cuba, el humo y el trigo”) en el que comienza a meditar en torno al discurso del presidente Raúl Castro Ruz en la clausura del parlamento cubano. Era el tema que yo estaba trabajando y aunque desde diferentes ángulos, pues tiene tela por donde cortar, preferí diferir algunas apreciaciones para otros momentos y sí adentrarme en un punto que precisamente señala Sexto.

“…a Cuba no le resulta muy provechoso sobrevivir perennemente como ideal o sistema. Por lo tanto, lo primero que habría de cambiar es la técnica de resistencia a ser sometido y copado”, dice en uno de sus párrafos, y por ese derrotero enrumbo mi trabajo.

Cuba ha demostrado su capacidad de resistencia, inconcebible para cualquier imperio y sí beneficiosa para el conjunto de países de nuestra área, que en buena medida son más libres precisamente gracias a esa capacidad de resistir, de ESTAR ahí como constancia de que sí se puede. Pero hay que dar un salto hacia la resistencia productiva, hacia la forja de un modelo socialista capaz de mantener las conquistas esenciales e integrar en el mismo a la diversidad de intereses y aspiraciones legítimas del conjunto de la sociedad. La política es el arte de conciliar a la mayoría de la población en el proyecto común, decidido en común, sin quebrar la unidad, que nada tiene que ver con la unanimidad frustrante y mentirosa.

Desde hace años el país tiene echadas las bases para un proyecto novedoso que permita el transito del ESTAR ahí al SER auténtico, original y genuino, pasar de la pura resistencia a un modelo de eficacia participativa que nos desarrolle de manera aceptablemente sostenida. Y cuenta con el recurso imprescindible, algo que desea la mayoría de las sociedades y gobiernos: el recurso humano. Tirémosle un vistazo a partir de simples números.

La isla cuenta con una población de 11 millones 243 mil habitantes y, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), su población económicamente activa es de 5 millones 27 mil 900 trabajadores. Pero agárrense, el 14.47% de ese segmento, es decir 727,600 trabajadores, son de nivel Superior (Universitario). Búsquese en la red cuántos países de nuestra zona poseen ese porcentaje de calificación relacionado con la fuerza laboral activa. No me detengo ahí. Sigo. Dos millones 545 mil 900 trabajadores tienen nivel de técnico medio y de bachillerato, cifra que equivale al 50,6% de la población trabajadora. Sumados los niveles Superior y Medio, el resultado indica que el 65% de la fuerza laboral del país ostenta una calificación a respetar y que compite tranquilamente a escala planetaria.

Después de lo anterior, la pregunta cae por pura gravedad: ¿por qué registramos una baja productividad y rendimiento? ¿A qué se debe que el país y la sociedad no le saquen el jugo a la multimillonaria inversión hecha en la formación y capacitación técnica y profesional?

No hay respuestas únicas, mas sí hay varias con peso determinante. De momento cito a tres: estructurales, administrativas y de índoles conceptuales, las tres íntimamente entrelazadas.

Para sobrevivir y defenderse (ESTAR), el país estatizó y centralizó la economía y así asistimos a que administraba, regía, controlaba centralizadamente, desde el fenecido proyecto de la termonuclear de Cienfuegos, pasando por las barberías y llegando hasta el carrito ambulante del vendedor de granizado o raspado, como le llaman en el oriente del país. ¿Resultado? Ahogo de la iniciativa --todo viene de arriba--, desmotivación, ineficacia e hipertrofia burocrática, la misma que en Cuba, como en cualquier país del mundo, defiende su pedacito de poder ante cualquier cambio y dispone de la traviesa capacidad para torcer el destino de las disposiciones que deben cumplir. Ellos han sido los feudalitos de un socialismo de manual y de un marxismo-leninismo usado dogmáticamente y con carácter de pseudo justificaciones. Todo lo opuesto a sus grandes teóricos.

Donde quiera que sea factible, el país debe abrirse a nuevas formas de producción y de propiedad socialista, irse estrenando en nuevas estructuras e instituciones a partir del desmonte de las viejas, sí, pero a partir de ellas, no para dar una vuelta y regresar al mismo lugar. No se trata de que el Estado pierda su rectoría ni abandone la senda hacia el socialismo, pero sí que abra sectores económicos y de servicios a pequeñas agrupaciones de trabajadores en el contexto de nuevas relaciones. Insisto, el problema de toda forma de propiedad reside esencialmente en la capacidad de decisión que se disponga sobre la misma, y en la social, los trabajadores. No se puede confundir socialismo con estatización. “¿De qué me sirve --me dijo cierta vez un experto en economía agropecuaria-- que tú me des una camisa, me digas que es mía, y a la vez dispongas que solo puedo usarla los domingos? ¿Qué propiedad es esa?”.

Dándole vueltas a estas y a otras realidades recalo en los centros del país dedicados a las ciencias de punta, como la biotecnología. Ellos, económicamente, representan ingresos del orden de $400 millones de dólares, pero la conversión de los resultados de estas investigaciones en productos farmacéuticos alcanzó el 9% de las exportaciones durante el año 2008. La relación del Estado y del gobierno con esta comunidad científica, compuesta por unos 73 mil 525 científicos y técnicos altamente especializado, es la de definir, como le corresponde, las prioridades investigativas para su posterior conversión en productos farmacéuticos. Nada más.

Visto lo anterior, ¿por qué no ver a los centros de investigación económica o sociológica o de la agroindustria, no exactamente igual a los científicos, pero sí nutrirse de sus investigaciones y valorarlas como merecen a la hora de formular políticas? No se trata de seguir al pie de la letra lo que ellos aportan, más si, insisto, valorarlos a la hora de las formulaciones. No soy partidario del reino de la tecnocracia, sino del humanismo que la integra en términos de civilización y ese es el arte de la política en grande. También el camino del nuevo sistema defensivo del proceso cubano.

Opino que estas ideas forman parte del debate en las alturas políticas, incluso la posposición del Congreso del Partido Comunista puede que, entre otros factores, esté relacionado con la búsqueda de consenso respecto a algunas de ellas, y todo enmarcado dentro de una visión de obtener la mayor garantía de la permanencia del proceso cuando pase la generación histórica. Agrego, la convocatoria a una Conferencia General del Partido y la participación popular en los debates puede ayudar a consolidar consensos en temas sensibles y lógicamente preocupantes.

La nueva resistencia pasa inevitablemente por cambios que ayuden a cuajar un modelo económicamente viable, aglutinador y participativo.


Manuel Alberto Ramy es jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en La Habana, y editor de la versión en español del semanario bilingüe Progreso Semanal/Weekly.

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