sábado, marzo 14, 2009

EL CANCHUNCHÚ DE LUIS MARIANO

Desde Venezuela


EL CANCHUNCHÚ DE LUIS MARIANO

Eligio Damas

A siete años de la partida del “cantista”.

El 15 de marzo del 2002, decidió irse “con su música a otra parte”. El poeta y “cantista”, como se calificaba, de las cosas sencillas, habitante de ese mundo encantado por él mismo, hecho bucólico, donde vivió por largos años, con su música, poemas y el conjunto “Canchunchú Florido”, con el cual tanta gente hermosa tocó y cantó, creyó oportuno, a los 95 años, irse adonde suelen hacerlo los exquisitos artistas, soñadores que como él, se han hecho merecedores de la eternidad. Y por supuesto, con la admiración y agradecimiento de los venezolanos.
Por aquellos días, no muy lejanos, escribimos el artículo que sigue. Le reponemos por este medio, como una forma muy personal de recordar a quien fue un creador excepcional, con el orgullo de haber sido su amigo y con quien, junto a nuestros familiares, compartimos tantas lindas horas. También es oportuno para saludar con afecto a quienes conocimos en el rancho, entre otros a la negra Marsella, la compañera por muchos años del poeta, a Alejandro Marsella, buen cantante, magnifica persona y a Flor, una intérprete de las mejores de la canción popular oriental y sobre todo excelente en los cantos de pilón sucrenses.

RECORDANDO A LUIS MARIANO

De ahora en adelante, los días serán distintos en “Canchunchú”. El poeta Luis Mariano, el viernes antepasado, muy de mañana, colocó su cuatro bajo el brazo, colgase el chinchorro sobre el hombro, cubrió su testa con sombrero de cogollo y, como en los viejos tiempos, salió al espacio abierto, a los caminos infinitos a desperdigar sus versos y coplas.
Y él, poeta sencillo y por eso más hermoso, acostumbrado estuvo a ese andar por intrincados caminos recolectando alimentos para su espíritu. Y al regreso, su mapire venía cargado de nuevos elementos y símbolos poéticos.
Es una constante que se diga que Luis Mariano fue un poeta sin saberlo y hasta de poco cultura. Era esa la imagen que, gracias a su humildad, ofrecía a quienes con deleite le escuchábamos su conversar inagotable y fresco. Pero, no pocas veces, se le oía hablar de pasajes del Quijote hasta poco conocidos, de la Ilíada, Odisea y en general de la épica griega y la obra literaria del Siglo de Oro. Recitar fragmentos de García Lorca, Neruda y otros encumbrados poetas. Después de tratarle tantas veces y oírle con detenimiento, uno concluyó que tras la humildad nada fingida, de quien confesaba haber aprendido a leer a los cuarenta años, guardaba un hermoso secreto. Más de una vez intercambiamos este comentario con Alejando Marsella, su hijo.
A Luis Mariano, mal puede tenérsele como un poeta o compositor costumbrista; calificación ésta en veces peyorativa, usada para descalificar a quienes como él, pusieron atención a las cosas de su entorno. Ella obedece, más de las veces, a la falta de comprensión acerca de lo que somos y de la responsabilidad que tenemos.
“Canchunchú Florido”, canción llena de imágenes poéticas y de música que deleita y armoniosa, es una de las mejores que se han compuesto en Venezuela y su universalidad, no obstante los rasgos locales que maneja, es indudable.
“El Mango”, canción puntual en el repertorio de Jesús Sevillano, es una invitación al venezolano y a cualquier ciudadano del mundo a mirar a su alrededor y organizar su vida a partir de éste. O para decirlo como Alejo Carpentier, volver sobre “los Pasos Perdidos”. Y es que pese al antecedente creado por Andrés Bello en “Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida”, nuestros poetas posteriores, en gran medida, creyeron que el vivir de nuestra gente, esta geografía, no eran fuentes poéticas. Y entonces hablaban de gente extraña y de caminos que por serles ajenos, en verdad no eran la mejor referencia para hacer poemas.
Y hubo que volver sobre las huellas; como tocar una guitarra con casi todas las cuerdas reventadas, en una madrugaba selvática, de llover pertinaz, bajo un rancho de paja. Y Como Ramón Palomares, un poeta humilde, escribir “Paisano”, un libro de poemas llenos de cosas campesinas, de grama fresca y animales en nada exóticos de la sierra merideña. Luis Mariano se ocupó también de la “Cerecita”, esa que llaman “Semeruco en occidente”. Sencilla fruta, silvestre, que como diría él mismo, nunca llegará a grandes salones, que dio origen a la bella canción dada a conocer en todo el continente por aquel hecho musical trascendente que fue “El Quinteto Contrapunto”.
Y Paúl Muriat, un francés y director de orquesta exigente, que interpreta sólo a músicos de carácter popular a quienes bien evalúa, encontró en una bella pieza de Luis Mariano, “Francisca Antonia”, calidad poética, ritmo exuberante y exquisito como para interpretarla y hacerla tema central de uno de sus discos.
Por todo eso, de ahora en adelante, “Canchunchú”, no será el mismo.

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