domingo, septiembre 28, 2008

ÉARASE DE UN REVOLUCIONARIO A QUIEN TODO EL MUNDO LE APESTABA

Desde Venezuela


ÈRASE DE UN REVOLUCIONARIO A QUIEN TODO EL MUNDO LE APESTABA

ELIGIO DAMAS

Aquella casta, como la del “Pelùo”, no desaparece. Pero afortunadamente tampoco se multiplica. Si esto fuese posible, ya habría acabado con el mundo, pues el capitalismo, por ella o su causa personal, hubiese sido más salvaje. Pero si le gusta usar seudónimos o sobrenombres, como aquel que conocí. Al fin y al cabo piensa que, Pablo Neruda suena más que Neptalí Reyes Basoalto; Simón Rodríguez, se hizo llamar de distintas maneras y más se sabe del Arcipreste de Hita que del simplón nombre de Juan Ruiz. Entonces ¿por qué él, no puede hacerlo como aquellos y el “Pelùo”?
No defiendo a nadie, no hay amigos, ni siquiera conocidos de por medio; solo reclamo el derecho que la gente tiene a no ser irrespetada ni agredida sin fundamento serio, de interés colectivo y la obligación de sumar, no alimentar al enemigo.
Bush, acaba de percatarse, y no bajo los efectos de una borrachera, sino del mando de un telepromter, como dijo Fidel Castro, que el mercado no es como la “Uña de Gato”, aquel remedio que estuvo de moda años atrás, al cual le atribuían la magia necesaria para curarlo todo. Lo que revela que hay personajes negativos que, alguna vez pueden entrar en reflexión y darse cuenta que las cosas no son como ellos siempre habían creído, aunque al día siguiente persistan en su mala intención o sus concepciones corporativas y egoístas. Pero estos procuran ser “solidarios” o protectores, por lo menos con aquellos a quienes pueden utilizar para sus bastardos fines. Hacen de “generosos” con muchos y esto va más allá de la estrecha cuerdita. Otros, en su egolatría, no tienen compasión con nada y nadie y como dicen en mi pueblo, “no se paran en hueso”, con tal de llamar la atención.
Hay una vieja anècdota, segùn la cual- los detalles se me olvidaron y no voy a perder el tiempo en recordarlos- unos militantes del Partido Bolchevique, de esos chismosos que en todas partes uno encuentra, con insistencia acusaban ante Lenin, a un diputado de ellos de ser agente de la reacción. Ulianov, siempre les respondía lo mismo; que era más o menos esto: mientras lleve al parlamento - creo que Duma se le llamaba al organismo - nuestra posición política, no es significativa la acusación que ustedes le hacen.
Porque esos personajes como el “Pelùo”, siempre han existido. Vomitan su odio por todos los rincones y están convencidos que los únicos revolucionarios son ellos. Y uno podría sospechar que se creen los únicos humanos. El pueblo mismo, segùn esa forma visceral de enfocar la vida, está de sobra.
Se inventaron la idea de la pureza o castidad como condición inalienable de un revolucionario. Y el pueblo es históricamente una realidad llena de vicios y defectos. Y siendo así, no entra en el molde del “Pelùo” y sus descendientes; sobran demasiadas aristas.
Pero la vida suele ser terca. Y una de esas terquedades es exigir que los cambios sociales, las revoluciones no puedan hacerse sin la gente; es más, sólo ella es indispensable para que aquellos ocurran. O lo que es lo mismo, hay que partir de la impureza para hacer nacer un nuevo orden donde aprendamos a convivir. Cambiar al mundo es hacer que los impuros se purifiquen
Sabiendo esto uno debe estar vigilante y desconfiado frente aquellos discursos que hablan de la contaminación colectiva y la pureza personal o cuando más, de la de su pequeño círculo de amigos. Porque esos procederes que suelen estar ayunos de fundamento, pero si llenos de rencor y frustración, no son los más apropiados para convocar a una gesta que necesita de la gente y las multitudes.
Echar a andar comentarios sin sustento y hasta pueriles, contra todo aquel que nos quite el sueño por alguna causa nada noble - como que una termita está royendo una página de un libro que tampoco es un incunable o porque las bibliotecas no son como los templos- sino individual o personal, más si trabajan por hacer a este país mejor y contribuir con esta tarea bolivariana que lidera Chávez o por lo menos no hacen daño, no es lo que se aviene con el deber ser de un revolucionario.
Y eso es peor, cuando pareciera que el “Pelùo” y su gente, invierten su tiempo, buscando los enemigos en su propia causa. Aquellos, si llegaran a multiplicarse tanto como para tener aunque sea un pequeño poder, terminarían por acabar con toda buena iniciativa donde se enquisten. Porque los “santos”, y no hablamos de la familia colombiana, por lo menos desde los “tiempos” modernos para acá, no hacen revoluciones, sino los impuros que son la mayoría.
“Puros” fueron los agentes de la “Santa Inquisición”; y pare usted de contar.
La primera tarea de un revolucionario, la de todos los días, es buscar gente para la causa, no la de aumentar las filas del enemigo.
El ansia de protagonismo, vedettismo, podrían ser muestras impuras y lo es también creerse el único con autoridad para lanzar la primera piedra.
Los castos son castrantes y suelen ser eunucos.

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