jueves, junio 19, 2008

FRAGILIDAD DE LA PRIMERA REPÙBLICA 1810-13. COSAS DE LA LUCHA DE CLASES.

Desde Venezuela




FRAGILIDAD DE LA PRIMERA REPÙBLICA 1810-1813. COSAS DE LA LUCHA DE CLASES


Razones que se le escaparon a Bolívar en el Manifiesto de Cartagena. La esclavitud, la tierra y ganado orejano.



Eligio Damas



Las contradicciones que debe abordar el sector dirigente, particularmente las referidas a la lucha de clases, deben tratarse con precisión de cirujano, para no sustraerse potenciales aliados y menos generarse oposiciones innecesarias.

1.- Manuel Gual, José María España y José Leonardo Chirinos, precursores de la independencia venezolana.

La sociedad venezolana estaba integrada por diversos grupos separados entre sí por profundas contradicciones; unas inherentes al carácter de las relaciones de producción, a las formas de relacionarse los hombres con respecto a la propiedad y otras de índole superestructural legalizadas por el derecho colonial.
La simple consigna independentista o por la libertad de comercio, agitadas por los blancos criollos o mantuanos, a partir de 1810, no tuvieron el poder aglutinador que ellos deseaban, ni sentido alguno para el hombre esclavo, campesinos de la costa montaña o el trabajador del llano.
Antes de 1810, se produjeron en la Capitanía General de Venezuela varias sublevaciones de esclavos que no tuvieron ningún vínculo con la idea independentista. Para los negros, hijos de la Sierra Leona, poco significado tuvo aquella idea de crear una patria independiente, cuando se sentían víctimas en un territorio que todavía les parecía extraño, pese a que los primeros de ellos llegaron aproximadamente doscientos cincuenta años antes. Y los esclavos negros se fugaban, ocultaban en las montañas y los bosques y formaban cimarroneras y celebraban cultos, jolgorios y rochelas. Atacaban las haciendas con las tácticas guerrilleras y degollaron amos y “violaron inocentes criaturas blancas”, como se solazó en decirlo la cursilería novelística de la época. Y actuaron así como una manifestación quizás ruda y primitiva y a veces hasta cruel, pero también como una comprensible necesidad de protestar por lo injusto que se era con ellos y por un humano deseo de ser libres.
Sólo el movimiento de José Leonardo Chirinos, del 10 de mayo de 1795, aquella cimarronera huérfana de la provincia de Coro, con su índole antiesclavista, unió la esperanza de ser individualmente libre a la consigna de crear un país independiente de la relación colonial. Aquella negrada que, a través de José Leonardo habló de igualdad, libertad y fraternidad, recogió la experiencia de Haití, donde desde el fondo de una sociedad colonial esclavista, se combatía por lo que llegaría a ser la primera república de negros que registra la historia.
Y justamente por eso, por lanzar consignas que apuntaban contra los intereses de los mantuanos o blancos criollos y, al mismo tiempo, contra el colonialismo monárquico, estos sectores se unieron para aplastar al atrevido negro José Leonardo y sus seguidores, pese a las tendencias al deterioro de la economía y las relaciones de intercambio con España.
Unos años antes, en 1749, en Panaquire, Juan Francisco De León, un hijo de las islas Canarias, se levantó con una consigna menos audaz, “más realista”. Con muchos amigos y pocos adversarios, aunque poderosos, logró en parte los objetivos económicos que motorizaron la expresión de su descontento. Su protesta fue sólo contra la Compañía Guipuzcoana y sus formas de relacionarse comercialmente con los productores y comerciantes criollos y peninsulares, lo que le produjo el respaldo inmediato del Cabildo de Caracas, portavoz oficial del mantuanismo. Es conocido como la compañía Guipuzcoana, creada el 25 de septiembre de 1728, pero que comenzó a operar dos años después, constituida como una empresa con la facultad de monopolizar el comercio colonial hacia España, aplicó políticas excesivamente abusivas contra los intereses de la población colonial. La protesta de De León, a quien pudiéramos llamar el primer mártir de los mantuanos, aunque no perteneció realmente a esa clase, recogió el interés de ellos y de todos los afectados por las prácticas monopòlicas de la empresa, no agredió en lo fundamental la relación colonial. Por eso se atrajo ese respaldo. Pero las autoridades, con posterioridad le castigaron rigurosamente, hasta llegar a enviarle prisionero a Cádiz. Y su final no lo motivaron sus consignas contra la Guipuzcoana que, a la postre fueron reconocidas, sino por las protestas mismas y haber quebrantado la tranquilidad y mostrado a los criollos una vía para conducir sus inconformidades. Y éstos no se sintieron obligados a respaldar hasta el final al isleño y permitieron que se le sacrificase.
Contra Gual y España, los grupos dominantes, autoridades peninsulares y mantuanos, asumirán el mismo nivel de violencia que frente a José Leonardo Chirinos. Aquellos venezolanos pardos promovieron un movimiento que, al mismo tiempo que formuló propuestas de independencia y libre comercio, solicitó la libertad de los esclavos. Fue una manifestación surgida en un sector urbano de economía de puerto como La Güaira, con ramificaciones en Caracas y de poca o ninguna vinculación orgánica con las áreas agrícolas, donde se concentraba la población esclava más sujeta a explotación y trato inhumano.
La circunstancia de plantear vinculadamente esas consignas, unió a los dos sectores más poderosos de la vida colonial venezolana: la autoridad española y los propietarios de tierras y esclavos.
El haber solicitado el libre comercio y la libertad de los esclavos, a través de Gual y España, unió programàticamente al sector de los pardos al movimiento pro abolicionista; pero el escenario – Puerto de La Güaira – y la solicitud del gobierno español por reprimir aquella protesta, hicieron fracasar, lo que fue un bello intento, prontamente pese a su consigna de independencia. Lo que para ese momento les desvinculó de los blancos criollos, quienes para decirlo rememorando a alguien, todavía no estaban maduros para digerir aquella demanda.
2.- La república niega al llanero el derecho sobre el ganado orejano.
Mientras no se plantease la libertad de los esclavos, la lucha por la independencia no tenía sentido para éstos, quienes componían cuantitativamente hablando, un importante sector de la sociedad. Del mismo que no lo tenía para el campesino libre de la costa montaña o del llano, negro o blanco, sin los recursos de la tierra o del ganado, o ambas cosas, si no se establecía una relación entre la independencia y el anhelo popular por poseer aquellos bienes.
La república de 1810-11, tomó decisiones, como el establecimiento del comercio libre, que favorecieron a los grupos económicamente más sólidos, pero también a pequeños comerciantes, entre quienes contaban los pardos, pero en materia de esclavitud a lo máximo que llegó fue a la declaración de la ilegalidad de la importación de mano de obra de este carácter; decisión que por cierto, no se cumplió con rigidez o celo. Políticamente, la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII o Junta Suprema de Caracas, dispuso que para participar en la elección de los miembros del primer Congreso de Venezuela, era condición indispensable, además de ser libre, gozar de un determinado nivel de renta, lo que excluyó del ejercicio de esos derechos no sólo a los esclavos sino a la mayoría de la población. El Congreso de 1811 ratificó esta disposición en la primera Constitución de Venezuela; lo que contribuirá al desinterés popular por la causa republicana.
En el llano venezolano, el ganado introducido por los conquistadores se reprodujo en número sorprendente. La gran extensión de esa parte del territorio nuestro y la abundancia de pasto en él, facilitaron el crecimiento de esos rebaños en los términos ya calificados.
La abundancia de ganado orejano en el llano, ganado sin hierro y por supuesto, sin propietario, era tal que se cuenta que los jefes de los ejércitos en la guerra de independencia, enviaban por delante de éstos a patrullas con la función de dispersar las manadas para que no impidiesen el galopar de los jinetes y el avance de las fuerzas de infantería.
Richard Vawell, comenta que “en este país preocupa muy poco que se extravíe un caballo, porque siempre hay a mano una porción de estos animales que son considerados como propiedad pública”. El autor que mencionamos fue testigo presencial de esas circunstancias.
El llanero tenía pues asegurado el uso de la cabalgadura y el consumo de carne, apelando sin dificultad a esos rebaños sin dueños y, por eso, no le incomodaba ninguna visita inesperada a su rancho, porque mientras aquella se tumbaba al descanso, un miembro de la familia ensillaba su cabalgadura y se ponía en camino a buscar una ternera de ese rebaño ambulante y realengo.
Esta forma de propiedad o de no propiedad – de distribución generosa y racional de los productos de la naturaleza – fue afectada o violentada por los republicanos de 1811, quienes dispusieron que el goce de ese ganado quedaba “legalmente” restringido para quienes tuviesen determinado límite de propiedad territorial.
Estos elementos, que resumidos son: la esclavitud, el carácter censitario del régimen electoral, la limitación del goce del ganado orejano y otros, hicieron que la primera república careciese de suficiente apoyo popular.
En cuanto a Bolívar, hay que verle en su dimensión exacta. Como analista y dirigente estuvo, para el momento que procura descifrar por qué cayó la primera república, secuestrado por las limitaciones que le imponían su origen y los conceptos culturales derivados de la clase a la que pertenecía e intentaba dirigir y a la que consideraba vital para alcanzar la independencia en aquellos primeros años de guerra. Estas cosas explican que en “El Manifiesto de Cartagena”, le atribuya excesiva importancia a circunstancias de segundo orden y no hiciese referencia a esas cosas; las conservadas y hasta creadas por el movimiento del 19 de abril de 1810 y expuestas anteriormente. En las 12 razones que esgrime para explicar la caída de esa primera república, entre las cuales hasta menciona al terremoto habido en Caracas en 1812, no aparece ninguna de las que hemos mencionado en este texto.
Desde mucho antes de 1810-11, como hemos sostenido anteriormente, se produjeron frecuentes sublevaciones de esclavos. Y en la época de la Primera República, las manifestaciones de esa naturaleza se intensificaron de manera alarmante. Esto fue tan marcado que se produjo una seria caída en la producción agrícola y en muchas partes las cimarroneras se convirtieron en partidas anti republicanas, que nunca mecánicamente deben interpretarse como pro realistas o monárquicas. La significativa importancia de José Tomás Boves, considerado por algunos historiadores como “el primer gran caudillo popular venezolano”, pese a que según la historiografía tradicional solió llamársele “general realista”, se explica en gran medida por los deficiencias materiales y políticas que le hemos anotado a los dirigentes republicanos de ese período.
No obstante, todo aquello pareció no atraer de modo particular el interés del Libertador antes de 1816. Esta conducta de Bolívar se explica además, entre otras razones, por el poco interés que los dirigentes de los grupos dominantes de la economía colonial prestaban a la participación popular, pese a la interesante experiencia haitiana o, quizás a causa de ella.
Por lo demás, apelar a planteamientos de mayor significación social y profundidad que garantizasen la incorporación del sector popular en masa a la causa republicana, en los primeros años de guerra, exigía una clase dirigente que tuviese un proyecto económico alternativo que proponer y no una república esclavista.

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