domingo, mayo 04, 2008

NOTICIA DE CUBA

Noticia de Cuba

Ha poco recibimos de la mejor noticia, la más valiosa: unos condenados a muerte habían sido indultados. Las razones importan menos; el hecho en sí es lo más hermosamente significativo.

No se puede montar ningún proyecto, por bueno que idealmente sea, sobre la aversión de los unos contra los otros, ni separando los malos de los buenos, ni arrogándose los que mejores se piensan el derecho a castigar, a retaliarse en nombre de los ofendidos. En el mundo de castigadores y castigandos los primeros acaban siempre peores que los segundos. Y se abren grandes grietas en la tierra –en la tierra sagrada, que no es de nadie, sino a la que todos pertenecemos— que cada vez son más profundas, que no las cierra nadie, y que empozan malignamente el destino de las generaciones. ...Porque a mi padre lo mató tu padre, a tus hijos matará mi hijo”... Y un odio enfermo, emponzoñador de la sangre, se irá torciendo como un áspid en la víscera para que todo salga en sombra, como el destino de los condenados.

Sólo sobre el perdón se puede montar la obra. Ése ha sido la causa primera de la única civilización que ha durado, aunque desde el primer momento todo se opuso contra ella y nunca le ha dado tregua. El perdón es la luz. Es dejar atrás la noche. Es entrar en el agua diáfana y salir bañado por dentro. ¡Qué importa si al día siguiente nos despedazan! No es el despedazado nunca al que le va peor. Los ejecutados tienen la última venia para salvarse y entrar en su paz: han sido los victimados. ¡En cambio, para los victimadores...! Eso de tener que pararse enhiesto y afierar la voz para repetir una y mil veces, ni siquiera para imposiblemente converncerse a sí mismos, que el otro, al que trucidaron, era el malo, el de las peores intenciones, el sucio, el flojo, el poco hombre, el miserable, el que no merecía perdón . Y luego elaborar todas las justificaciones: “...que hacía falta, que era un peligro, que la razón de tal cosa, que había que hacerlo, que todos tienen que cargar con la culpa, que ésa es la responsabilidad de los héroes...” Pero todos saben que de ahí ene adelante se va andar con el escudo manchado, con la espada innoblemente esgrimida, que si de bravo es usarla en el combate, nunca ha sido admirable el hacha del verdugo.

Se ha hablado también de suprimir la pena de muerte. Cuando en nuestro país se hubo de hacer, se produjeron los razonamientos más justos. La nuestra ha sido una estirpe de juristas. Somos un país pequeño que intenta la civilización en un mar donde se revuelven todos los peligros. Ni cabeza ni coraje nos han faltado. Entendemos que los de abajo no tenemos sino la ley para probar a defendernos. Las palabra consulta de los nuestros informó las cartas de derecho internacional y fundamentaron de su manera más firme el derecho social. La supresión de la pena de muerte significó la maduración de nuestra responsabilidad comunitaria. El aire se hizo más respirable y el índice de delictividad bajó considerablemente. Cuando la sociedad hace el esfuerzo por confiar en el hombre, éste se acoge a ella y se amansa. Se vive cuando hay confianza para hacerlo. Si falta, cada vez se vive menos. La ciudad se convierte en un derriscadero, por donde las ratas medran y acaban poseyéndolo todo.

A quien sea y por lo que haya sido, agradecemos profundamente estos indultos. Y cobramos esperanza por lo que se ha pensado.

Más que el pan los cubanos necesitamos la paz del espíritu para poder comernos sin ira el mendrugo que nos toque. Más que todos los programas políticos, económicos y sociales necesitamos confianza entre nosotros mismos. Que, nos guste o no, “en la patria el honor es de todos y de todos el deshonor”. Lo dijo quien sabía, ¿verdad? ¡Qué bueno que un día esta palabra “honor”, tan necesaria al alma, empiece a decirse con ternura, con confianza, como del que no duda ni de Dios ni de sí mismo, como de quien la trasmite de hijo a padre y de padre a hijo, de hermano a hermano y de esposo a esposa. Porque el honor no es el perro que ladra y muerde, sino el lame la llaga del mendigo herido. El honor es un hombre, simplemente un hombre, que está dispuesto a morir por que otro viva. Es el que comprende en la locura del otro el reclamo de su mayor misericordia. Del perdón –rosablanca que en un verso nos fuera trasmitida— viene el honor, y con él la sonrisa para empezar de nuevo.

Creamos, que necesitamos creer.

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Jorge Valls
1ro. De mayo del 2008

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