jueves, mayo 01, 2008

LOS MARTIRES DE CHICAGO, CONTINUACION

Fischer dice, mientras atiende el corchete a Engel, ´´Este es el momento
mas feliz de mi vida´´. Hurra por la Anarqua ´´ dice Engel, que habia
estado moviendo bajo el sudario hacia el alcaide las manos amarradas.
´´Hombres y mujeres de mi querida America´´...empieza a decir Parsons...
Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen a la vez en el
aire, dando vueltas y chocando. Parsons ha muerto al caer, gira de prisa y
cesa. Fischer se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero,
estira y encoge las piernas, muere. Engel se mece en su sayon flotante, le
sube y baja el pecho como la marejada y se ahoga. Spies, en danza espantable,
cuelga girando como un saco de muecas, se encorva, se alza de lado, se da en
la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, sacude los
brazos, tamborinea, y al fin expira, rota la nuca hacia delante, saludando con
la cabeza a los espectadores.
Y cuando desde el monticulo del cementerio, rodeado de veinte y cinco mil
almas amigas, bajo el cielo sin sol que alli corona esteriles llanuras, hablo
el capitan Black, el palido defensor vestido de negro, con la mano tendida
sobre los cadaveres...¿Que es la verdad?, decia, en tal silencio que se oyo
gemir a las mujeres dolientes y al concurso...¿Que es la verdad que desde que
el de Nazareth la trajo al mundo no la conoce el hombre hasta que con sus
brazos la levanta y la paga con la muerte? Estos no son felones abominables,
sedientos de desorden, sangre y violencia, sino hombres que quisieron la paz,
y corazones llenos de ternura, amados por cuantos los conocieron, y vieron
de cerca el poder y la gloria de sus vidas; su Anarquia era el reinado del
orden sin la fuerza, su sueño, un mundo nuevo sin miseria y sin esclavitud.
De la tiniebla que a todos envolvia, cuando del estrado de pino iban bajando
los cinco ajusticiados a la fosa, salio una voz que se adivinaba ser de barba
espesa, y de corazon grave y airado: ´´Yo no vengo a acusar ni a ese verdugo
a quien llaman alcaide, ni a la nacion que ha estado hoy dando gracias a Dios
en sus templos porque han muerto en la horca estos hombres, sino a los
trabajadores de Chicago, que han permitido que les asesinen a cinco de sus mas
nobles amigos´´.
Y decia el Arbeiter Zeitung de la noche, que al entrar en la ciudad recibio
el gentio avido.. ´´Hemos perdido una batalla, amigos infelices, pero veremos
al fin el mundo ordenado conforme a la justicia: seamos sagaces como las
serpientes, e inofensivos como las palomas´´.

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