martes, enero 15, 2008

LAS R DE MI CARRETA ¿CÒMO LAS DEBO ENGRRRASÀ?
Eligio Damas

Si a mi me gusta que suenen
pa` que les voy a engrasà.
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Atahualpa Yupanqui

“Si vos vas por allí mencionando a Atahualpa Yupanqui y los Ejes de mi Carreta, te metès en una vaina”.
Eso, en voz baja, comentó el encargado de una tienda de discos, en típico hablar porteño, donde entramos a indagar, mientras deambulábamos por la calle Florida, Buenos Aires, año 1980, en tanto que Videla, aposentado en la Casa Rosada, palacio de gobierno argentino, controlaba el pulso y la respiración de cada ciudadano del país sureño.
Al fin, después de tanto dar vueltas, en un negocio de calle Corrientes, encontramos la versión del excelente cantor Roberto Cafrune. “Llevalo con mucha discreción, pues sobre Atahualpa, Cafrune y Discèpolo, el autor de aquel inolvidable tango titulado Cambalache y sus canciones, pesa toda clase de prohibiciones; ¡hasta nombrarlos!", dijo este tendero reafirmando la opinión del anterior.
Ese día, a la prensa bonaerense, el gobernante declaraba que en su país todo marchaba sobre ruedas. Pues el vocerío de la calle, la presencia valiente y desafiante de las madres de la plaza de Mayo, justamente frente a la Casa Rosada, asiento del Poder Ejecutivo, y el intenso rechinar de ejes carentes de grasa, aquel para nada escuchaba.
Y encerrados en un cuarto de hotel, escuchamos con muchísimo guillo a Cafrune, cantar “si a mi me gusta que suenen por qué los voy a engrasà”. Y a la carreta de Atahualpa, también en la voz de aquel, le sonaban los ejes por la misma causa.
La carreta de Atahualpa marchaba sobre ruedas, pero sin los ejes engrasados; porque a él le gustaba “que suenen”. Pero en todo caso, él al recorrer los caminos, sin nada en que pensar, los ejes de su carreta le entretenían y le acortaban las distancias, ¡y como había allí que hacerlo! y por eso a él eso no le importaba. Y más allá, tampoco había a quién.
Pero una cosa fue Videla; sordo, ciego por militar gorila- con perdón de estos animales-, fascista y como tal dictador, que en nada estaba interesado en el murmullo de la calle ni el dolor de las madres y abuelas de pañoleta blanca que a diario se expresaban en el frente mismo de su despacho. Tampoco escuchaba la carreta de Atahualpa que, pese a que este en el exilio estaba, por las calles y caminos correteaba dejando escuchar el sonido de sus ejes. Pero ahora, también lo hacían otros arrieros, en los caminos y calles de Buenos Aires, con un pensar profundo y un propósito distinto. Sólo que ponían cuidado que no sonasen demasiado y atrajesen sobre ellos la atención de los sordos del gobierno al reclamo popular.
Otra cosa también era el poema de Atahualpa, en ritmo de milonga y con el acompañamiento de su virtuosa guitarra y el propósito asignado al sutil chillido de las carretas.
Las arrieros de ahora, en su aplastante mayoría, en este país, ni ellos mismos quieren escuchar el chirriar de sus carretas, pero en este proceso, los encargados del mantenimiento o el servicio, en gran número, llámense ministros, gobernadores, alcaldes o de cualquier otra manera, que están obligados a hacernos “llegar primero y hasta saber llegar”, no parecieran estar a tono. Estarlo empieza por pensar y no distraerse en el ruido de los ejes o a éste ignorar, mientras la grasa acumulan o dejan esparramar por allí, como si esta estuviese demás. Porque nuestro primer gobernante, también arriero mayor, pero ahora en plan de estratega y escudriñador de caminos, es un revolucionario, honesto, cristalino pero no puede hacerlo todo. Y está en juego el futuro del país y el bienestar colectivo.
Es bueno y recomendable que se engrasen los ejes. Podrían romperse las carretas y más vale prevenir que lamentar. Y también sale más barato hacer mantenimiento que, a corto plazo, verse obligado a nuevos ejes instalar, si es que el daño no es mayor.
La sordera es muy mala consejera. Es tormentoso el ruido de los ejes de algunas que otras ruedas, tanto que parecen reventarse, y quienes deben parecen no escuchar; y en verdad, no hay peor sordo que quien no quiere oír.
El Comandante Chávez, ha demostrado tener muy fino oído. Pues pese al aplauso, lo genuflexo, la vieja costumbre de llevar a quien gobierna por donde pasa la novia, con demasiada frecuencia ordena sacar su carreta del carril y por eso, escuchó el 2D, el ruido de los ejes de las carretas que mal mantienen quienes deben servir con diligencia a los arrieros y ser capaces de orientarles en los caminos aún con poca información, sin instrumentos para no habiendo, hacer “camino al andar”. Con razón el Comandante, con las dos primeras erres engrasadas por el mismo, anunció que esta vez a nadie levantará la mano; o lo que es lo mismo, que quien quiera pescar guabinas que se moje.
Y no teniendo otra cosa que hacer por ahora, mientras llega el momento de desenredar entuertos, a todos aquellos que dirigen o deben dirigir a los arrieros, empezando por quienes mal uso hacen de la grasa o la cuidan con demasiado esmero, tanto que a los ejes dejan secos, llamó con generosidad y esperanza, a aplicar las tres R o revisar lo hecho, rectificar y reimpulsar el proceso; esto empieza por engrasar los ejes que a punto estén de reventar.
Obviamente la situación no es la misma, vivimos un momento diferente; ya no basta retratarse al lado de Chávez y publicitarse como emisario suyo. Por eso, aún cuando “a mi me gusta que suenen”, no debo como el canto pampero de Atahualpa, ante el reclamo de la gente, responder con el desplante "pa’ qué los voy a engrasà”. Porque aquí no se juega solamente mi destino, ni se trata de satisfacer mis gustos y no es de gente honesta, bien intencionada y menos revolucionaria, que como se venció mi período, puedo congelar la grasa, distribuirla malamente por allí, mientras ejes, rolineras se funden y la carreta se detiene en el camino.
Tampoco es nada gracioso que algunos vivos, ante el llamado de Chávez, hablen de las tres R al revés como si fuesen autores de la idea, dirijan la atención hacia el sonido de ejes de carretas de otros; quieran aparecer más papistas que el Papa, lanzando arengas como si el asunto en nada se refiriese a ellos. Y esto es malo porque no han aplicado la primera R; indicio que no entienden o no les interesa el asunto.
Unos atónitos se preguntan ¿a las tres R, cómo los voy a engrasà?
Mientras tanto otros, continúan la marcha sin inmutarse, porque “si mi a mi me gustan que suenen, pa` que les voy a engrasà”.

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