viernes, agosto 17, 2007

IMPREVISION Y DESASTRE EN PERU

IMPREVISIÒN Y DESASTRE EN PERU

por Ismael León
Corresponsal del Peru

Muchas gracias en nombre de las vìctimas y sus familiares. Es un alivio saber que en el mundo hay quienes son solidarios con los que sufren este tipo de desastres, tan masivos como imprevisibles.
Una reveladora anécdota en medio de la tragedia. Más de 600 presos fugaron esa noche de la cárcel de Chincha, alrededor de las 19:00 horas, aprovechàndose la caída de los muros. Al dìa siguiente, a media mañana, más de veinte estaban de regreso por sus propios medios para ponerse detrás de unas rejas virtuales. Según testimonios policiales, todos volvieron porque afuera no había comida ni abrigo, algo que podían exigir a sus carceleros. Así están las cosas en este país, que reporta un crecimiento de su PBI superior al 7 por ciento anual.
Respecto al terremoto, como siempre, los primeros afectados fueron los màs pobres, aquellos que sólo son de interès para los polìticos, si al llevarles auxilio hay una cámara de televisiòn que les acompañe. O para aquellas grandes empresas que ven la oportunidad de venderle algo en gran volumen al estado que deberà ayudar a los damnificados o sus sobrevivientes.
Hemos visto que la incomunicaciòn telefónica ha sido uno de los factores que contribuyó al agravamiento del caos inicial. Y que el mismo presidente Alan Garcìa desconocía la magnitud del sismo a tres horas de su estallido. El mandatario apareció en las pantallas de TV a minimizar el alcance del sismo, porque estaba muy mal informado por las deficientes comunicaciones telefónicas.
Casi simultáneamente con su mensaje, la CNN internacional reportaba desde Pisco y Chincha cifras provisionales de muertos y heridos mucho màs próximas a la realidad. Y claro, ellos tienen corresponsales profesionales, con comunicaciòn satelital mucho más sofisticada de la que recibió el presidente en su despacho.
Las responsabilidades corresponden a la española Telefónica y a otras firmas que operan celulares, las mismas que vendieron mucho màs aparatos de los que podìan servir en momentos de gran demanda. La crisis se manifestó cuando nadie podía hablar con nadie en esas provincias, porque las lìneas colapsaron. Un fraude masivo más, de los muchos que se han cometido en esta saqueada república.
El comportamiento de las radioemisoras de mayor alcance, igualmente deplorable, puso al descubierto su funcionamiento centralista y etnocéntrico. No se trata sólo de la rapidez de los reportes -que la tuvieron- sino de su deficiencia, de su imprecisiòn, del escaso profesionalismo de esos correponsales, probablemente mal remunerados o remunerados con canjes publicitarios. Sòlo así se podría explicar el desconocimiento de estos patéticos periodistas, que inicialmente hicieron creer al público capitalino que por milagro un terremoto de más de 7 grados en la escala de Mercalli, sólo habìa provocado 12 o 15 muertes.
Las viviendas de adobe fueron las primeras en derrumbarse, algo que era perfectamente previsible. Y aunque nadie exige que esas modestas casitas debieron ser cambiadas de la noche a la mañana por otras más resistentes, sí que era de esperar una educación preventiva masiva a sus ocupantes, habida cuenta los antecedentes altamente sísmicos de la costa peruana. Algo que no ocurrió ni ocurrirá, con unos medios de comunicación cuyos dueños operan esencialmente bajo la presión del rating, que a su vez se maneja con criterios estrictamente comerciales.
Si los pobres tienen escasa capacidad de consumo no son un público interesante para los negocios. Esta idea podría resumir los alcances de la enésima tragedia peruana, cuyas consecuencias no pueden disimularse bajo andanadas de frases conmiserativas, gestos ampulosos y promesas tardias de resarcimientos que de nada les servirán a los más de 500 muertos.
Efectivamente, se requiere mucha ayuda, preferentemente en sangre, antibióticos, vendas, sedantes; agua y alimnentos enlatados.
Muchas gracias.
17 de agosto 2007.

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