domingo, julio 01, 2007

EL DOLOR QUE NOS ATRAPA -DESDE COLOMBIA

Salud Hernandez Mora
Columnista de EL TIEMPO.

¿Se le habrá agriado el mojito a 'Rodrigo Granda' en su sabroso retiro habanero? ¿O será mucho pedirle a quien vitorea a las Farc con arrogancia que se le arrugue el corazón y comparta la honda tristeza de los colombianos de la orilla contraria?
La barbarie que sufrimos desde hace lustros nos ha desgastado las palabras. Desalmados, crueles, asesinos, alimañas, ¡sabandijas! ¿Qué más les puedo gritar al secretariado, que dio la orden, y a sus sicarios, que asesinaron con una espeluznante frialdad a once colombianos desamparados? Sé que a los farianos les resbalan mis palabras y a mí sólo me alivian un instante la rabia. ¡Matones!, ¡facinerosos!, ¡forajidos!, ¡rufianes! Y nada que se me pasa el dolor, ni sirven para que regresen los vivos y nos entreguen los muertos.
Tampoco les presiona pensar que un día pagarán por sus crímenes atroces. Cuando 'Granda' y sus capos decidan sentarse a la mesa y negociar la entrega de fusiles a cambio de impunidad y olvido, firmaremos con los pantalones caídos y la cabeza gacha. No les arrancaremos ni un perdón, ni un lo siento, ni un lamento; pero no aceptarán nada distinto a la claudicación y Colombia anhela la paz al precio que sea.
A mí lo que me fastidia es que les demos tantas vueltas a las circunstancias en que se produjo la matanza. Fueron las Farc, y punto. El porqué ya lo sabremos algún día o nunca. Ellos mienten como bellacos y tapan los crímenes que sienten les pueden "dañar su imagen". Y pongo comillas porque no tienen imagen que dañar ya que por ahí fuera, excepto para algún descerebrado aislado, no son sino terroristas sin causa, gemelos de las autodefensas, idénticos, a ver si todos ellos y los que apoyan y disculpan a unos y otros se enteran. Pero unos se embarcaron en un proceso de paz imperfecto, pero proceso al fin y al cabo, y los otros siguen reacios a comprender que los que cargan fusiles para matar y amedrentar sobran en esta sociedad colombiana.
Cómo será la embarrada que las Farc tardaron diez días en contarla y no se atrevieron a señalar sin tapujos a sus enemigos del alma. Si hubiera sido el Ejército, ahí mismo lo habrían denunciado y mostrado los cadáveres para rubricarlo. Pero como fueron ellos los asesinos, no entregarán los restos, prueba reina de su barbarie. Allá no hubo 'paras', ni mercenarios, ni militares, ni narcos. El gatillo lo apretaron los guerrilleros al pensar de forma errónea y lamentable que llegaba un rescate.
Cuando la bomba de El Nogal, el secretariado negó su autoría con un cinismo asombroso y lo más irritante es que mucha gente les caminó.
A veces se olvida cosas tan simples como que si mueren secuestrados es por culpa de quienes los raptaron; si los acribillan por temor a un rescate militar, los únicos responsables son los que deciden que nadie sale vivo de un secuestro.
Pero como a los salvajes no los podemos civilizar, es el Gobierno el obligado a dar el paso. El Presidente debe reconocer que el rescate no es una opción viable; en cinco años y medio no ha logrado salvar al primero porque lo del Canciller, al margen de lo valiente que fue, se trató de un milagro. Admita, Presidente, que esa gente asesina a sus rehenes, que de la selva no los recupera el Ejército a bala y que en Colombia pueden esconder rehenes ¡nueve años! sin que las autoridades puedan ubicarlos.
Solo queda despejar Florida y Pradera. Más desmoralizante que entregarles por 45 días ese terruño, así nos tomen el pelo, es asistir impotentes al asesinato de cautivos, a nuevos secuestros de policías. Las Farc son los criminales, los culpables, pero, señor Presidente, asuma la realidad: nos derrotaron en ese campo.
Transija en el despeje como tuvimos que ceder con los paracos. No pudimos derrotarlos en la guerra y nos tocó tragarnos sus miles de muertos y sus bravuconadas. Y si despejar nos devuelve a unos secuestrados, así no sean todos, bendita arrodilladera.

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